Aprender a aprender

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Las competencias transversales son lo que prima en el día de hoy. En la documentación de centros educativos, procesos de selección y necesidades de proyectos priman estas habilidades por encima de requisitos técnicos, pues resulta más fácil y barato enseñar a alguien sus carencias técnicas que no competencias transversales o básicas que no tiene. Y de todas ellas si una puede ser clave en la vida es la capacidad de aprender a aprender.

Se define ésta como la capacidad de proseguir, persistir y organizar el propio aprendizaje.

Durante toda nuestra vida podemos cultivar esta competencia por lo que nunca es tarde, sin embargo, cuanto antes se cultiva mayor puede ser nuestro crecimiento y es por supuesto una capacidad acumulativa.

A pesar de su importancia algo parece fallar a nivel organizativo en multitud de centros educativos que sobretodo durante la infancia y la adolescencia dejan su importancia y motivación fuera de las aulas. 

Los alumnos acaban por prejuicios, inexperiencia y falta de capacidad crítica por no valorar el esfuerzo que hacen por desarrollar esta habilidad, teniendo finalmente una visión sobre su educación reducida a sus notas que puede perjudicarles en el desarrollo de su potencial.

Me he tomado la libertad de listar 5 ejemplos de prejuicios que veo muy a menudo contra los que hay que luchar, así como argumentos para hacerlo.

1. “¿Para qué voy a aprender esto si no me va a servir de nada?”

La utilidad… Mucha gente se niega en rotundo a “perder” el tiempo haciendo algo a lo que no le ven la utilidad o no les gusta. Lamentablemente nuestro cerebro no funciona como un disco duro de memoria limitada donde el conocimiento son archivos que se tienen o no se tienen dentro.

Hay estudios que demuestran que una persona que sabe tocar un instrumento tiene más fácil aprender un nuevo idioma o que una persona que sabe de matemáticas se le da mejor hacer agrupaciones de ideas fuera de los números.

Todo aprendizaje nos enseña nuevos patrones conceptuales, nuevas herramientas de interacción con el entorno y posiblemente facilite la adquisición de otras aptitudes que sí queremos obtener. Vivimos en un mundo interdisciplinar. ¿Para qué limitarnos a priori cosas que aún desconocemos?

También conviene luchar contra esta idea dando ejemplos de la utilidad práctica cuando se conoce. No hay mejor profesor que el que explica las repercusiones de la idea o el conocimiento que transmite y hace atractivas al alumno las herramientas que les da.

2. “No sé hacerlo”

Debe ser que vamos al colegio a aprender a hacer cosas que ya sabemos hacer… 

Hay otra excusa similar que es “no lo entiendo”. 

Ojo, no es tan simple explicar esto como falla pues explicar nuestro desconocimiento para que nos ayuden es deseable. 

El problema es cuando el “no lo entiendo” se utiliza esperando que nos den la respuesta sin ni siquiera intentarlo.

Lo que es vital es que antes los alumnos hayan descubierto si pueden resolver la duda por si mismos. Y si no han podido que al menos hayan desarrollado sus estrategias para aprender a hacerlo.

3. “Soy tonto y/o se me da bien”

No voy a negar la existencia del talento. Pero hay que derrocar la idea de que las capacidades y los talentos son simplemente de generación espontánea.

Una persona increíblemente talentosa que no se cultive no avanzará mientras que alguien que desarrolle con ahínco un interés acabará desarrollando talento.

Una persona que ha trabajado mucho en algo puede parecer un genio para un tercero, pero sólo porque no se han visto los pasos intermedios.

4. “Es demasiado difícil”

Creo que es un poco suma de los puntos 2 y 3. Algo nos parece difícil porque desconocemos lo que hay que hacer y si decimos que es demasiado difícil nos quitamos de la necesidad de aprender a afrontar el reto por nosotros mismos.

Además, esta frase suele ir acompañada del sentimiento de que “se es tonto” o “no se puede saber” al faltarnos conocimientos que no hemos conseguido retener bien anteriormente. Afianzarnos en esta excusa solo hará que nos acostumbremos a utilizarla.

5. “Aunque ahora apruebe suspenderé igualmente.”

El resultadismo. Es perder de vista el objetivo de aprender. Todo lo que aprendo me sirve directa o indirectamente y me facilita futuros retos.

Entiendo que haya gente que se sienta así. Cumplir unos objetivos es importante. Pero si no somos capaces de valorar nuestros esfuerzos por aprender y valorar sus frutos (aunque no cambien una realidad) independientemente de los resultados nos convertiremos en individuos pasivos cuando las cartas nos vienen mal dadas y no hay mayor receta para la infelicidad y el auto abandono.

Como decía son 5 prejuicios que se ven a menudo, pero no los enumero por alarmar. Muchos de nosotros hemos sufrido alguno de estos prejuicios hasta finalmente vencerlos. Hacerlo es increíblemente bueno y gratificante, y al lograrlo todos desearíamos haberlo hecho antes.

Por ello en el Atelier intentamos reemplazar esos prejuicios discutiéndolos cuando salen y reemplazarlos por enfoques mucho mas positivos.

  1. Todo lo que aprendo me servirá.
  2. En un futuro sabré hacerlo. Ya en el pasado he aprendido cosas que me parecían imposibles.
  3. Soy alguien que ha conseguido ya multitud de cosas. Hay dificultades pero lucho con ellas. De la lucha se aprende, del abandono no.
  4. Nada es demasiado difícil. Simplemente puede conllevar más tiempo o esfuerzo del que tenía pensado. Mejor empezar ya.
  5. Hasta que no se acabe la última de las oportunidades no me daré por vencido, y aún si fallo, sé que no hay esfuerzos infructíferos en esta vida.

Alex Serradilla
Físic per la UB
Professor a l’Atelier Bonanova